Galicia es una tierra mágica, rica en fábulas. Por los senderos que cruzan su frondoso paisaje han circulado decenas de historias sobre Iobishomes, hombres que, a causa de una maldición o fada, estaban condenados a convertirse en lobos las noches de luna llena. Transmutados en dicho animal, de tan mala fama por aquellos lares, no podían contener sus instintos asesinos y sembraban los bosques de cadáveres. Criaturas con sed de sangre y hambre de carne humana. Ladrones de almas.

Podría pensarse que todas aquellas canciones, aquellos pliegos de cordel, no eran más que cuentos que aprovechaban la presencia del lobo para fabricar seres mitológicos, mitad animales mitad humanos, que asustaban a los niños y alertaban a los viajeros para que la noche no se les echara encima en medio de ninguna parte. Pero, por desgracia, la explicación no es tan sencilla. Esos retorcidos relatos sobre bestias humanas capaces de despedazar un cuerpo en unos segundos se basaban en espeluznantes historias reales.

Durante mucho tiempo los habitantes de las localidades proximas allariz (Orense) se estremecieron cada vez que el viento llevaba hasta sus casas el intenso aullido del lobo.

El crimen escoge con frecuencia caminos impredecibles. No hay duda de que para la justicia los hombres lobo existían. A mediados del siglo XIX, los tribunales condenaron a un hombre por asesino y licántropo. Se llamaba Manuel Blanco Romasanta. Ni siquiera llegaba al metro y cuarenta centímetros de estatura, pero fue capaz de sembrar el terror y la muerte. Durante mucho tiempo los habitantes de las localidades próximas a Allariz (Orense) se estremecieron cada vez que el viento llevaba hasta sus casas el intenso aullido del lobo.

VENDEDOR Y TRAMPOSO

El lobishome más famoso de nuestra historia reciente nació en Regueiro de Esgos. Su pequeño tamaño le empujó a desarrollar su ingenio y, como nadie quería contratarle para las labores del campo, terminó por hacerse buhonero. Recorría Galicia vendiendo pliegos de cordel, utensilios de costura y baratijas. Pero hay quien dice que también llevaba mercancías mucho más siniestras guardadas en oscuros frascos que ocultaba debajo de sus ropajes. En 1831 se enamoró y se casó con Francisca Gómez Vázquez, que falleció tres años después sin darle ningún hijo. Romasanta se refugió entonces en a religión. Siempre se declaró extremadamente católico, aunque no mostró pudor alguno para incumplir uno de los mandamientos más importantes de su fe: “No matarás”.

Podria pensarse que todas aquellas canciones aquellos pliegos de cordel, no eran mas que cuentos que aprovechaban la presencia del lobo para fabricar seres mitológicos, mitad animales mitad humanos.

Acusado del asesinato de un alguacil, se refugió en una pequeña localidad abandonada, donde vivió acompañado sólo por unas cuantas vacas durante más de un año. Quizá fue entonces cuando se transformó por completo hasta convertirse en un monstruo sediento de sangre.

Dice la sabiduría popular que los gallegos le tienen especial apego a su tierra, que sólo la abandonan por obligación y siempre con la idea de regresar. Con Romasanta como vecino muchas mujeres decidieron emprender viajes a tierras lejanas en busca de un futuro mejor y nunca volvieron. Muchos pensaron que a aquellas mujeres el hambre y las penalidades les habían nublado la razón y por eso asumían riesgos innecesarios. La emigración no hubiera resultado tan sospechosa para los vecinos de la comarca si las ausentes no hubieran perdido todo contacto con sus seres queridos. No había razón suficiente para una marcha repentina, ni tampoco para el silencio una vez terminado el viaje. Era cuestión de tiempo que se resolviera el misterio.

Si se habían decidido a abandonarlo todo en busca de un futuro incierto era porque Romasanta las había desbordado con palabrerías hasta “embrujarlas. Primero se había ganado la confianza de las mujeres de la zona, introduciéndose con habilidad en el mundo femenino. Incluso llegó a realizar trabajos que, por aquel entonces, eran propios de las mujeres. Después se había mostrado comprensivo con sus problemas y les había dicho aquello que querían oír: si confiaban en él, sus vidas cambiarían para siempre; si le acompañaban sin hacer preguntas, él las ayudaría a llegar a un lugar donde había trabajo y comida en abundancia, al paraíso.

En boca de cualquier otro el engaño hubiera resultado más que evidente. Pero Romasanta era un hombre atento, de aspecto inofensivo, que sabía cómo relacionarse con las mujeres. Hasta tal punto era así que hubo quien lo tildó de afeminado. Era débil y pequeño. Ninguna de aquellas mujeres podía sospechar que, en realidad, cuando se marchaban con él, estaban comprando un billete a la muerte.

!QUE VIENE EL LOBO!

Manuela García y su hija Petra vivían en Rebordechao, en la sierra de San Mamede, cerca de Allariz. Subsistían como podían, pero hacía tiempo que a la madre le rondaba la idea de ir a buscar mejor ventura en otras tierras. Si no se había atrevido era porque sabía que los bosques eran peligrosos, especialmente para una mujer y una niña. Temblaba sólo de pensar que pudiera pasarle algo a su pequeña. Si eran atacadas por algún criminal o bestia no podrían defenderse. Pero un gentil hombre se ofreció a acompañarlas y juró no regresar hasta dejarlas a salvo en las montañas de Santander. A las pocas semanas ese hombre regresó contando a los cuatro vientos que había dejado a la mujer y la niña en casa de un religioso. Fue la primera mentira de Romasanta, su primer crimen. Sin embargo, todos creyeron que habían alcanzado una vida mejor, cuando en realidad habían pasado a mejor vida.

La noticia del éxito de la peligrosa travesía cruzando la sierra se extendió rápidamente y muy pronto otras mujeres solicitaron ayuda al amable buhonero. Primero fue Benita García Blanco, hermana de Manuela, quien, acompañada por su hijo Francisco, puso su destino en manos del cruel asesino. Después fueron José Pazos, Antonia Rúa y su hija Peregrina. Luego María Dolores, también hija de Antonia Rúa, y Josefa... La lista no paraba de crecer. Y la luna llena se iba tiñendo poco a poco de sangre.

SOSPECHA CRIMINAL

Todo el que se marchaba con Romasanta dejaba de dar señales de vida. Empezó a extenderse el rumor de que algo horrible había sucedido y todos los dedos señalaban al hombrecillo que decía tener buenas nuevas de todos los desaparecidos. En lugar de afrontar las acusaciones, el sospechoso huyó hacia el sur, lo que fue tomado como una confirmación de las peores sospechas.

El 2 de julio de 1852 fue identificado y detenido en Nombela (Toledo). Apenas opuso resistencia y no tardó en derrumbarse ante la autoridad y admitir sus crímenes. Todos los que le escuchaban corrieron a santiguarse cuando el detenido confesó que era víctima de una maldición por la que estaba condenado a con vestirse en hombre lobo. Trató de explicar que no había matado a todas aquellas personas de manera voluntaria, sino que, transformado en animal salvaje, no tuvo más remedio que devorarlas. Según su declaración, en sus ataques colaboraron otros dos hombres lobo, Antonio y Genaro, procedentes de la costa levantina. Al parecer, Antonio podía mantenerse en estado de bestia durante más de dos semanas, mientras que Genaro apenas lograba ser lobo dos días. Sin embargo, éste último era el más sanguinario.

Había convivido durante años con un hombre lobo sin darse cuenta, paseando por delante de sus fauces

Aunque hoy pueda resultar inconcebible que un ser humano pueda convertirse en lobo, en el siglo XIX la licantropía era temida como un mal real. Se consideraba un castigo divino o una posesión diabólica relacionada con el pecado de bestialismo.

!MATAD AL LOBO!

La detención del asesino, lejos de calmar el ánimo de los vecinos de Allariz, extendió el miedo por las casas de piedra de la localidad orensana. Habían convivido durante años con un hombre lobo sin darse cuenta, paseando por delante de sus fauces. Pero había llegado el momento de exigir justicia, de pedir la cabeza de la bestia.
La reconstrucción de los asesinatos fue espeluznante. Los restos humanos, horriblemente mutilados, fueron hallándose en los lugares que señalaba Romasanta. Tal vez no fuera un licántropo; es probable que usara esa treta para ser declarado loco y librarse del castigo. Pero no había duda de que era una bestia sin corazón. Algunos de los empleados judiciales fueron incapaces de soportar la visión de los restos de los niños descuartizados. Aquello superaba todo lo imaginable.

Antes de que el cruel asesino afirmara su presunta condición de hombre lobo en los jazgados de Verin, los vecinos de la provincia de Orence ya le habian bautizado como o home do unto y o sacamanteigas

Se difundió el rumor de que el verdadero objetivo de Romasanta era extraer y vender el unto, las grasas de sus víctimas, y por eso cometía sus horrorosos crímenes. Por aquel entonces la superstición era muy poderosa y la creencia en hechizos y brujerías estaba generalizada, por lo que un buen frasco de mantecas humanas se pagaba, en algunos lugares, a un alto precio. Y, sobre todo, no se hacían preguntas. Por esta razón, antes de que el cruel asesino afirmara su presunta condición de hombre lobo en los juzgados de Verín, los vecinos de la provincia de Orense ya le habían bautizado como o home do unto y o sacamanteigas.

REALIDAD Y LEYENDA

La vista oral comenzó en abril de 1853 en medio de una gran expectación. Romasanta fue declarado culpable de 9 asesinatos aunque sus crímenes pudieron ser hasta 13 y de licantropía, y condenado a morir en el garrote vil. El 6 de noviembre de ese mismo año la sentencia fue ratificada, pero un año después, por intermediación de la mismísima reina Isabel II, se decidió cambiarla por la de cadena perpetua.

El hombre lobo de Allariz nunca se acostumbró a los barrotes, a pesar de que pasó mucho tiempo encerrado en la prisión de Celanova. La mayoría de los investigadores sostienen que murió en su celda como consecuencia de una extraña enfermedad. Sin embargo, nunca se ha hallado ningún documento que lo confirme. Su rastro se pierde entre informes médicos y judiciales.

El final del hombre lobo no puede encontrarse en los viejos legajos que se acumulan en los archivos de los tribunales. Pero la leyenda dice que logró escapar y aún ronda los bosques de la sierra de San Mamede, acechando a los desaprensivos que osan atravesarlos de noche.