MISTERIOS OCULTOS (S)

Sai Baba, el hombre milagro
La tendencia moderna, bastante mal fundada, rechaza los milagros religiosos como cosas del pasado. De esta manera, pueden ser desdeñados como producto de una era más crédula.

Pero discípulos de numerosos líderes religiosos continúan dando testimonio de una multitud de fenómenos paranormales que se remontan a los profetas y mesías de otras edades. El más notable de los taumaturgos contemporáneos es el indio Sai Baba, un yogui que dice ser reencarnación de su homónimo, Sai Baba de Shirdi, que murió en 1918, ocho años antes de que naciese aquél en la provinciana Puttaparti.
El segundo Sai Baba llevó una vida relativamente normal hasta la edad de catorce años, cuando padeció una dolencia debilitadora, durante la cual cantaba y recitaba pasajes poéticos de la filosofía veda. Al sanar de aquella enfermedad, parecida a un trance, dijo de pronto a sus sorprendidos padres que era un avatar, o reencarnación divina, del célebre santón que había muerto poco menos de una década antes de su nacimiento.

Otros yoguis del misterioso Oriente se han jactado de dominar un par de trucos parapsicológicos en el curso de sus carreras públicas. Sai Baba, en cambio, hace sus milagros de una manera práctica, como cualquiera de nosotros comprobaría un talonario de cheques o escribiría una carta.

Entre las hazañas que se dice que ha realizado Sai Baba están el televiaje, la levitación, la telecinesia y la manifestación de objetos materiales -parece tener una clara predilección por los pétalos de rosa- sacados del aire. También se dice que ha resucitado muertos y centuplicado las existencias de un almacén de comestibles.

Salvados por un niño muerto
A las diez de una noche de primeros de 1978, el agricultor retirado Henry Sims, de setenta y dos años, volvió de un hospital de Florida donde se hallaba su hija de dieciocho años. Su esposa Idellar se quedó en el hospital. Otra hija, cinco nietos y un amigo de la familia estaban durmiendo en la casa cuando llegó Sims. Se fue a la cama y pronto se quedó dormido.

- Lo primero que recuerdo -diría después- es el sueño. Vi los dos hijos de mi cuñado, Paul y su hermanita de ocho meses, corriendo hacia mí. Ambos habían muerto en 1932, cuando se incendió su casa de Live Dak, Florida. En mi sueño, Paul, a quien recuerdo claramente, corrió hacia mí diciendo: « ¡Tío Henry! ¡Tío Henry! » Nunca había tenido un sueño parecido y me desperté de pronto, oliendo a humo. Pensé en seguida en mis nietos, en sacarles de la casa. Por consiguiente, empecé a gritar y a chillar.

Sus gritos despertaron a los otros que dormían, los cuales huyeron de la casa incendiada con el tiempo justo para salvar la vida.

El inspector del servicio de incendios, teniente Frederick Lowe, de Hialeah Heights, Florida, dijo:

-Milagrosamente, este hombre se despertó en el momento vital. Dos minutos más, y todos estarían muertos.

-Dios no quería que muriese aún -dijo Henry Sims-. Fue él quien envió al joven Paul a avisarme del peligro y sacarnos a todos del edificio en llamas. 

Sapos encerrados en piedra
Las historias sobre animales vivos o momificados encerrados en piedra son muy numerosas. Y una cantidad extraordinaria de ellas se refiere a ranas y sapos. Por ejemplo, durante la construcción de las «Hartepool Waterworks», cerca de Leeds, Inglaterra, en abril de 1865, se dice que unos trabajadores de la cantera encontraron un sapo vivo enterrado en una piedra caliza magnesiana de 200 millones de años de antigüedad. El sapo, a una profundidad de más de un metro y medio, había dejado la forma de un molde perfecto en la piedra caliza. Según relatos periodísticos, el sapo estaba realmente vivo, pero incapaz de croar porque su boca estaba completamente cerrada. En cambio, emitía unos sonidos como de ladridos por la nariz. Aparte de la «extraordinaria longitud» de sus patas de atrás, parecía ser un ejemplar normal, aunque murió a los pocos días de ser liberado.

Aproximadamente al mismo tiempo, la revista Scientific American informó de que Moses Gaines, que trabajaba en una mina de plata, abrió una piedra de medio metro cuadrado y encontró un sapo perfectamente oculto en su interior, de nuevo como si la roca hubiese sido fundida a su alrededor. Según la descripción, el animal tenía «ocho centímetros de longitud y era muy gordo. Sus ojos tenían aproximadamente el tamaño de una moneda de plata de un centavo, mucho más grandes que los de los sapos del mismo tamaño que vemos todos los días». El sapo de Gaines estaba también vivo, aunque sus movimientos eran lentos. «Trataron de hacerle saltar tocándolo con un palo -decía la revista-, pero él no prestaba atención.»

Éstas y otras historias abrieron una caja de Pandora científica que todavía no se ha podido cerrar satisfactoriamente. El doctor Frank Buckland trató de reproducir el hecho encerrando seis sapos en piedra caliza y bloques de piedra arenisca, y enterrándolos a un metro de profundidad en su jardín. Cuando los desenterró el año siguiente, todos los sapos de las piedras areniscas habían muerto. Los de las piedras calizas habían tenido más suerte; dos de ellos estaban vivos e incluso habían aumentado de peso. Pero cuando Buckland repitió el experimento para estar seguro, todos los sapos murieron.

Un francés conocido como Monsieur Séguin tuvo más suerte que Buckland. En 1862, encerró veinte sapos en yeso blanco y dejó que el bloque se solidificase. Después lo enterró. Cuando Séguin abrió el bloque doce años más tarde, sigue diciendo la historia, cuatro de los sapos estaban todavía vivos.

Saunas prehistóricas
Los arqueólogos han creído desde hace muchos años que los rasgos europeos conocidos como montones de cenizas no eran más que zonas para cocinar alimentos. Pero existe una presunción, basada sobre todo en referencias históricas del empleo de piedras caldeadas para calentar agua. Puede ser tal vez cierto, pero el propósito puede no haber sido tanto para cocinar como para conseguir vapor. 
En efecto, recientes excavaciones han desenterrado pruebas que sugieren que los montones de cenizas pueden, en realidad, haber sido versiones primitivas de nuestras modernas saunas. Según el profesor de Prehistoria europea de la Universidad de Birmingham, Lawrence Barfield, los montones pueden haber sido casas de vapor o baños de sauna. Para apoyar la idea, Barfield cita la ausencia de restos animales que constituirían la prueba de que los montones se hubieran usado para cocinar, pero allí lo que hay en realidad son depresiones que pudieron contener agua para vapor.

La prueba, junto con los relatos históricos que indican un uso corriente de la marihuana, lleva a Barfield a especular acerca de que, ya tan pronto como en el primer milenio a. de C., nuestros antepasados pudieron consumir de forma decidida drogas mentales mientras se sentaban en el equivalente prehistórico de una bañera caliente.

Seda dental prehistórica
La imagen común del hombre de Neandertal es aún la de una semibestia poco atractiva. Pero pudo haber sido lo suficientemente higiénico como para limpiarse los dientes después de cada comida. Unos dientes neandertalenses de un lugar cerca de Krapina, Yugoslavia, estaban provistos de unos pequeños aunque regulares canales que iban desde la parte frontal del diente hacia atrás. Dado que los canalículos son tan simétricos, no pudieron ser formados por cosas naturales, tales como cavidades y placas, que son grumosas e irregulares.
Seguro de vida premonitorio
Cuando Jaime Castell, el ejecutivo de un hotel español, despertó después de un sueño fantástico, creyó que sería mejor despertar también a su esposa, que estaba embarazada de seis meses, a fin de contarle todo el asunto. No existía necesidad de preocuparla con el conocimiento que le habían infundido. A fin de cuentas, la voz en el sueño mencionó de manera específica al niño que llevaba en su seno, diciendo que Castell no viviría para verlo. Preocupado por este sueño portentoso, Castell se apresuró al día siguiente a tomar una póliza de seguro de vida por más de 100.000 dólares, pagaderos a su esposa inmediatamente tras su muerte.

Unas semanas después, Castell volvía en coche rutinariamente a casa desde el trabajo, cuando vio a un coche que se aproximaba en dirección contraria, a más de 160 km/h. Mientras Castell lo observaba horrorizado, el veloz vehículo cruzó la calzada, chocó contra el raíl de seguridad que dividía los carriles de la autopista y saltó por los aires. Fue la última cosa que Castell vio antes de que el coche aterrizase sobre el techo de su propio vehículo. Ambos conductores murieron al instante.

Con gran frecuencia, una compañía de seguros invalida una póliza de seguros si aparece que se tomó con el conocimiento de que el asegurado tenía la convicción de que estaba a punto de morirse. Sin embargo, debido a la espantosa naturaleza del accidente de Castell, la compañía no puso reparos a la reclamación del cumplimiento de la póliza y pagó inmediatamente como beneficiaria a la esposa de Castell.

Sentidos transpuestos
Por lo general, se cree que, cuando las personas pierden la capacidad de ver u oír, los demás sentidos de alguna forma compensan la deficiencia y se vuelven de modo perceptible más agudos. Pero, en varios casos documentados, el sentido perdido se ha demostrado que tiende a reubicarse.

El caso más celebrado de sentidos transpuestos fue informado por el doctor C. Lombroso, un neurólogo y psiquiatra altamente considerado. Tres meses después de que una chica de catorce años se pusiera de repente muy enferma, perdió por completo el sentido de la vista. Sin embargo, aunque sus ojos se habían vuelto no funcionales, la chica alegaba que podía ver. Sus aturdidos padres la llevaron a consultar a Lombroso, el cual realizó una serie de pruebas para determinar si la muchacha estaba diciendo la verdad.

El neurólogo colocó una venda encima de los ojos de la chica y luego situó objetos delante de ella. De forma sorprendente pudo, de hecho, verlos, identificar los colores e incluso leer una carta. No obstante, una luz brillante relucía contra el lóbulo de su oreja, obligándola a hacer muecas de dolor. Y cuando el médico apretó su dedo contra la punta de la nariz de la chica, ésta exclamó enfadada:

-¿Está intentando dejarme ciega?

Evidentemente, el sentido de la vista de la chica se había resituado en la punta de su nariz, así como en el lóbulo de la oreja. Pero se había transpuesto algo más que su sentido de la vista: al parecer, también podía oler a través de la barbilla.

Shirley MacLaine domina el miedo al escenario
En una carrera de actriz llena de altibajos, que de pronto tuvo una ascensión vertiginosa, Shirley MacLaine se ha convertido en una estrella de primera magnitud. Una artista de facultades múltiples que canta y baila, lo mismo que actúa como actriz. Incluso ganó un Oscar por su papel en Terms of Endearment, pero entonces sabía que podría conseguirlo. Mientras se preparaba para la película, dice, previó los acontecimientos futuros tal como se produjeron.
La película fue un éxito, ella ganó el Oscar y después escribió un libro sobre sus experiencias metapsíquicas, titulado Lo que sé de mí. En toda su larga carrera, dijo MacLaine, había padecido de miedo al escenario, cosa no infrecuente en los actores. Pero encontró un remedio.
Fue a visitar a un acupunturista en el desierto de Nuevo México. Después de someterse al tratamiento, MacLaine, como muchos de los clientes de aquél, recordó vidas pasadas. En realidad, dijo, en una de aquellas vidas había sido bufón en una corte del siglo XVIII, decapitado después de una actuación particular delante del rey. Dijo que, al recordar su experiencia, podía ver la cabeza del bufón rodando sobre el suelo.

«No es de extrañar que tuviese miedo al escenario», observó. La visión la ayudó a solucionar el problema, dijo, y contribuyó a su futuro triunfo.

Sida bíblico
Las enfermedades por transmisión sexual han sido registradas a lo largo de toda la historia médica. Sin embargo, algunos creen que la epidemia de sida es algo totalmente nuevo. El químico inglés John Gwilt, vicepresidente de la «Sterling Drug Company», con sede en Nueva York, argumenta que en la Biblia hay datos que indican que los antiguos israelitas resultaron afectados por una enfermedad extrañamente similar.

Según Gwilt, el capítulo XXV del Libro de los Números de la Biblia relata un encuentro entre los israelitas y las prostitutas religiosas maobitas. Sus relaciones sexuales llevaron aparejada la enfermedad y posterior muerte de 24.000 israelitas. Aunque Gwilt cree que esta cifra debe de haber sido un error en la traducción, estima que el número de muertos habría sido de sólo 2.400, estas relaciones sexuales tuvieron efectos mortales entre los israelitas.

De hecho, la Biblia está llena de descripciones médicas, desde ataques cardíacos e hipotermia, hasta epilepsia y síndrome de muerte súbita infantil, que resultan sorprendentemente precisas desde el punto de vista de la ciencia médica moderna.

Además, el Antiguo Testamento contiene referencias a enfermedades aún desconocidas por el hombre. Gwilt cita como ejemplo un fragmento de Zacarías: «La carne de sus pies se pudrirá, los ojos se pudrirán en sus cuencas, y las lenguas de sus bocas se pudrirán.»

Parece describir exactamente lo que ocurriría en caso de un desastre nuclear u holocausto.

Siete veces siete
Cuando el hoy difunto Arthur Koestler publicó The Roots of Coincidence, estudio de curiosos sincronismos de tiempo y de lugar, fue bombardeado con cartas de personas que habían tenido experiencias similares.

La coincidencia más notable de todas fue, probablemente, la referente a Anthony S. Clancy, de Dublín, Irlanda, que nació el día siete del séptimo mes del séptimo año de nuestro siglo, que era también el día séptimo de la semana. «Fui el séptimo hijo de un séptimo hijo -escribió-, y tengo siete hermanos; esto hace siete sietes».

En realidad, son ocho sietes si contamos el número de letras de su nombre. Pero sigamos: el día de su vigésimo séptimo cumpleaños, dijo Clancy, fue a las carreras de caballos. El caballo que llevaba el número siete se llamaba Séptimo Cielo y llevaba un handicap de siete stones (una stone = 6.350 kgs.). Las apuestas contra Séptimo Cielo eran de siete a uno, pero a pesar de esto, Clancy apostó siete chelines. Séptimo Cielo llegó el séptimo.