MISTERIOS OCULTOS (O)

Oasis en el océano
El capitán Neal Curry, su esposa y dos hijos y una tripulación de 32 hombres, se hicieron a la vela en el buque de Curry Lara, desde Liverpool, Inglaterra, en 1881. En su travesía a San Francisco, un violento incendio estalló a bordo y se vieron forzados a abandonar el navío frente a la costa occidental de México. Las tres lanchas de salvamento derivaron sin rumbo a través del océano Pacífico sin tener a la vista ni tierra ni otros buques. Muy pronto, la debilitante sed y el hambre abrumaron a los pasajeros y en muy poco tiempo siete personas quedaron inconscientes.

Una noche, mientras dormía, Curry soñó que el agua cambiaba de color del azul al verde. La probó y se percató de que era dulce y potable. Cuando medio atontado forcejeó por despertarse, más débil de lo que jamás había creído posible, Curry quedó asombrado al observar que el agua que rodeaba al conjunto de los botes salvavidas era también verde. Y tal y como había previsto en su sueño, reunió la fuerza suficiente para introducir un contenedor en el océano. Tras sacarlo, alzó el agua hasta sus labios. Y, como era previsible, el agua resultó dulce y bebible.

Tras permanecer en las embarcaciones de salvamento durante 23 días, después del abandono de su quemado navío, el capitán Curry, su familia y tripulación desembarcaron en la costa mexicana. A causa del misterioso oasis de agua potable que, accidentalmente, habían descubierto en medio del océano, se habían salvado 36 vidas.

Objetivo: ¡Tunguska!
Poco después del amanecer del 30 de junio de 1908, algo procedente del espacio cayó sobre la Siberia soviética central. La explosión, detectada por sismógrafos tan lejanos como los de los Estados Unidos y la Europa central, fue una de las más fuertes que jamás haya registrado el mundo. Durante semanas, el polvo y los fragmentos levantados por la gigantesca conflagración colorearon los cielos y los ocasos en todo el globo. Los imanes resultaron afectados en todo el mundo en el momento del impacto, y hubo caballos que se tambalearon y cayeron en ciudades situadas a miles de kilómetros de distancia.

La zona inmediata, la de la pedregosa cuenca del río Tunguska, quedó en gran parte devastada. Hectáreas de subsuelo helado se convirtieron inmediatamente en vapor. Los árboles fueron derribados en un radio de cincuenta kilómetros y, a nivel del suelo, sus troncos fueron despojados de ramas y cortezas. El bosque estalló en llamas. Manadas de animales y unas pocas y dispersas colonias humanas quedaron quemadas. Los de la tribu tungus que volvieron a casa «encontraron solamente cadáveres carbonizados». Aquel día, no hubo noche en Europa. En Londres podían leerse los periódicos a medianoche; en Holanda, se podían fotografiar los barcos que navegaban por el Zuiderzee.

Debido ala lejanía de Tunguska, los primeros investigadores científicos no llegaron al lugar de la tragedia hasta que el doctor Leónidas A. Kulik, especialista en meteoritos de Petrogrado, condujo allí una expedición en 1927. Sesenta años más tarde, el origen de la gigantesca explosión de Tunguska sigue siendo objeto de fuertes debates.

¿Fue un cometa caprichoso? ¿O una pequeña masa de antimateria que posiblemente pasó a través de la Tierra? ¿O el generador nuclear de una nave espacial averiada, que se desvió para no alcanzar los centros de población de la Tierra? Cada teoría tiene sus partidarios y sus problemas. Algunos testigos interrogados por Kulik e investigadores posteriores informaron sobre una bola de fuego con una cola, imagen que podía corresponder a un meteorito o un cometa. Pero, si el objeto de Tunguska era un meteorito, ¿qué le ocurrió al cráter y, más importante aún, al propio meteorito? Ninguno de los dos fue encontrado. Y si era un cometa, ¿por qué no se vio antes su acercamiento? Además, ya que los cometas son principalmente gaseosos, «bolas de nieve sucias», ¿de dónde procedía la enorme energía, calculada en treinta megatones?

Los físicos de partículas profetizaron hace tiempo la presencia de lo que llaman antimateria, imágenes de espejo de la materia ordinaria, pero con carga negativa. Sin embargo, la antimateria, tal como la conocemos, es de vida extraordinariamente corta. Un pequeño cuerpo de antimateria que entrase en contacto con materia normal produciría ciertamente una súbita y tremenda emisión de energía. Desgraciadamente para la hipótesis, nadie espera encontrar masas de antimateria flotando en esta parte del universo.

El suceso de Tunguska podría haber sido causado por una nave espacial extraterrestre, pero tampoco hay pruebas concluyentes de ello. Algunos investigadores soviéticos han encontrado radiactividad anómala en el lugar devastado; otros no han encontrado ninguna. La nave hubiese tenido también que vaporizarse completamente con la explosión, porque nunca se encontró ningún fragmento metálico desacostumbrado. 

Observatorio indio
En Arizona, en Saskatchewan y en otros 50 lugares a través de Norteamérica, existen unos distinguibles dibujos de ruedas en el suelo, aunque sólo pueden discernirse desde lo alto. Las ruedas están, simplemente, construidas a partir de los delgados rebordes de piedras que forman un cerco, un cubo y a menudo cierto número de radios. Algunas ruedas también tienen un montón de piedras, llamadas cairns, estratégicamente situadas dentro del contorno de la rueda. La Rueda Medicinal del Carnero es la mejor conocida de las ruedas de Norteamérica. Así llamada por los indios plains a causa de sus supuestas propiedades espirituales, la Rueda Medicinal del Carnero se halla localizada en una meseta de las Montañas del Carnero de Wyoming.

Los historiadores sospechan que las ruedas, al igual que sus equivalentes europeas, los megalitos, eran observatorios astronómicos usados por las tribus locales ya hacia los años 1100. Un cairn en particular del Carnero se halla enfrente del cubo de la rueda y señala directamente hacia el sol naciente, en el solsticio de verano. Otros montones de rocas apuntan hacia la salida y la puesta de tres brillantes estrellas durante los cambios estacionales. Además, todas las ruedas fueron evidentemente diseñadas para permitir una clara visión del horizonte.

Pero, aunque los historiadores están razonablemente seguros de la mecánica de las ruedas, siguen intrigados respecto de su propósito. Algunos investigadores especulan que las ruedas medicinales constituirían una valiosa ayuda para las tribus agrícolas para señalar las estaciones de la siembra. Las tribus de cazadores nómadas también las usan para observar las pautas migratorias de los ramoneantes bisontes, o tal vez su propia emigración a climas más cálidos durante el invierno.

Ocupantes de una clase diferente
Los ocupantes de los OVNIs suelen dividirse en dos categorías amplias pero distintas: seres extraterrestres virtualmente indistinguibles de los humanos en su aspecto y tamaño, entidades «humanoides» que son típicamente de piel gris, bajos y de miembros delgados, con grandes cabezas fetales y ojos oscuros y con grandes párpados.

Pero puede haber una tercera categoría. Considerad los extraños seres que fueron vistos cerca de una casa de campo de Kelly, Kentucky, la noche del 21 de agosto de 1955, por ocho adultos y tres niños. El pavoroso episodio empezó cuando el dueño de la casa, Billy Ray Taylor, entró a todo correr diciendo que había visto un platillo volante, con unos gases de escape de los colores del arco iris, aterrizar en un barranco próximo de quince metros de profundidad. Al principio, los otros se rieron. Después, el perro empezó a ladrar.

Taylor y Lucky Sutton fueron a la puerta de atrás, donde observaron, pasmados, cómo un personaje resplandeciente y terriblemente extraño se acercaba a través de los campos. De sólo un metro de estatura, aquel ente plateado tenía una cabeza bulbosa, con grandes y rojas orejas, y brazos largos que terminaban en afiladas zarpas y tocaban casi el suelo. Sutton y Taylor agarraron sendas escopetas y dispararon, alcanzando a la criatura, que se tumbó hacia atrás. Pero, en vez de caer al suelo, huyó corriendo.

De vuelta en el cuarto de estar, los hombres dijeron unos minutos más tarde, que veían una criatura parecida, y dispararon de nuevo. Por lo visto, les estaban asediando, pues, cuando Taylor salió al porche de la entrada para observar los daños, otro de aquellos entes le mostró las garras desde el tejado.

Poco antes de medianoche, ambas familias subieron a dos coches y huyeron a la próxima Hopkinsville. La Policía fue a la casa de campo, pero no pudo confirmar la historia. Sin embargo, uno de los investigadores pisó la cola de un gato en la oscuridad y a punto estuvo de provocar un pánico terrible. Por último, a eso de las dos de la mañana, la Policía se marchó.

El grupo sostiene que aquellas criaturas volvieron otra vez. Pero, cuando al fin salió el sol, habían desaparecido para siempre.

OVNI en México
El 3 de mayo de 1975, Carlos Antonio de los Santos Montiel volaba hacia Ciudad de México cuando su «Piper PA-24» empezó a temblar sin causa aparente. Momentos más tarde, el joven piloto descubrió un objeto gris oscuro, en forma de disco, de unos tres o cuatro metros de diámetro, cerca de la punta del alba derecha del avión. Una nave parecida volaba a su izquierda.

Pero lo más espantoso fue un tercer objeto que venía directamente hacia él. El OVNI pasó por debajo del avión, tan cerca que incluso rozó la parte inferior del fuselaje.

De los Santos estaba casi fuera de sí, por el miedo que sentía, y su terror aumentó cuando se dio cuenta de que los controles parecían bloqueados. No podía hacerlos funcionar y, sin embargo, el avión seguía volando a una velocidad constante de 180 kilómetros por hora.

Cuando los OVNIs se perdieron de vista, De los Santos recobró el control del avión. Inmediatamente se puso en contacto por radio con el aeropuerto de Ciudad de México y lloró mientras refería el incidente.

La torre de control tomó en serio su informe, ya que su personal había captado los objetos en la pantalla de radar. Como dijo a los reporteros el controlador de tráfico Emilio Estañol, aquellos objetos hicieron un giro de 270 grados, a una velocidad de 800 kilómetros, en un arco de solamente 5 kilómetros. «Normalmente -dijo- un avión volando a tal velocidad necesita de doce a quince kilómetros para hacer un giro como aquél. En mis diecisiete años de controlador de tráfico aéreo, no había visto nunca una cosa semejante.»

Después de haber aterrizado sano y salvo, De los Santos fue objeto de un reconocimiento médico del que resultó que su estado era normal. Pero pronto sabría que su ordalía no había terminado.

Su experiencia fue tratada con grandes titulares en la prensa mexicana y, al cabo de dos semanas, De los Santos, joven de veintitrés años cuya máxima ambición era llegar a ser piloto de líneas aéreas, fue invitado a aparecer en un programa de televisión para comentar aquella experiencia. Accedió de mala gana.

El día señalado, rodaba en su coche por la autopista en dirección a la emisora de TV. En el camino, vio un gran automóvil negro -pensó que parecido a la limusina de un diplomático que reducía la marcha delante de él. Miró por el espejo retrovisor y vio otro coche idéntico detrás del suyo. Los dos coches, tan nuevos que hubiérase dicho que eran conducidos por primera vez, se acercaron tanto a él que pronto se vio obligado a detenerse en el arcén.

En cuanto se hubo parado, se detuvieron también los otros automóviles. De los Santos iba a apearse cuando cuatro hombrones de anchas espaldas saltaron de sus vehículos. Uno de ellos apoyó las manos en la portezuela de Carlos, como para asegurarse de que no bajase de su coche. Habló rápidamente, en un extraño español «mecánico»:

-Mira, muchacho, si aprecias tu vida y la de tu familia, no hables más de lo que viste.

De los Santos, demasiado pasmado para replicar, observó cómo los cuatro hombres, que parecían «escandinavos», de piel extraordinariamente blanca y traje negro, volvían a sus coches y se alejaban. Carlos dio media vuelta y regresó a su casa.

Dos días más tarde, contó la historia a Pedro Ferriz, el presentador del programa de televisión en el que hubiese debido aparecer. Ferriz, entusiasta de los OVNIs, dijo que había oído hablar otras veces de extraños «hombres de negro» que amenazaban a los testigos de los OVNIs. Aseguró al joven piloto que, a pesar de las amenazas, no le causarían ningún daño. A su debido tiempo, persuadió a Carlos de que acudiese a otra entrevista, la cual se desarrolló sin incidentes.

Un mes más tarde, Carlos conoció al doctor J. Allen Hynek, astrónomo de la «Northwestern University», que había actuado como primer asesor científico de la Air Force sobre asuntos relacionados con los OVNIs. Hablaron los dos y, antes de despedirse, Hynek invitó a Carlos a desayunar con él la mañana siguiente.

A las seis de la mañana, De los Santos salió de su casa y se dirigió a las oficinas de las «Líneas Aéreas Mexicanas», donde había solicitado un empleo. Después se encaminó al hotel de Hynek.

Al subir la escalinata, se sorprendió al ver a uno de los hombres de negro que le habían obligado a salir de la autopista cuatro semanas antes.

-Ya te lo advertimos una vez -dijo aquel hombre extraño-. No tienes que hablar de tu experiencia.

Y como para recalcar la seriedad de la amenaza, empujó a Carlos, haciéndole retroceder varios pasos.

Mira -siguió diciendo-, no quiero crearte problemas. ¿Y por qué saliste hoy de tu casa a las seis de la mañana? ¿Trabajas para las «Líneas Aéreas Mexicanas»? Vete de aquí, ¡y no vuelvas!

De los Santos se marchó inmediatamente, sin ver a Hynek.

Recordando un año después los extraños acontecimientos, De los Santos dijo a dos investigadores americanos de OVNIs:

-Eran muy extraños. Corpulentos, más altos que los mexicanos, y su piel tenía una palidez mortal.

OVNI sobre la Casa Blanca
Una de las cosas que se preguntan los críticos de los OVNIs es por qué, si existen, no han aterrizado en los jardines de la Casa Blanca para darse a conocer. Aparte del hecho de que sus ocupantes tal vez no han encontrado de su gusto la administración presidencial, el hecho es que han aparecido OVNIs cerca de Pennsylvania Avenue en más de una ocasión.

Por ejemplo, a hora avanzada de la noche del 26 de julio de 1952, objetos volantes no identificados aparecieron en las pantallas de radar de la capital de la nación. En un momento dado, se captaron nada menos que doce objetivos separados: cuatro de ellos, distanciados entre sí unos dos kilómetros y medio, volaban en formación a una velocidad de 150 kilómetros por hora, mientras que los otros ocho lo hacían desordenadamente y a mayores velocidades. 
Al menos dos militares y un piloto comercial que se dirigían al Aeropuerto Nacional de Washington informaron de que habían establecido contacto visual con unas luces blancas y anaranjadas en el cielo nocturno. El 12 de enero de 1965, miembros del personal militar y civil informaron de nuevo sobre un OVNI encima de la Casa Blanca. Inmediatamente antes de esto, el 29 de diciembre de 1964, tres objetos desconocidos habían sido captados por el radar, a velocidades comprobadas de casi 7.500 kilómetros por hora. Más tarde, la Air Force quitó importancia al incidente atribuyéndolo a un funcionamiento defectuoso de los aparatos.

Ocho días antes, un tal Horace Burns dijo que su coche se había parado en la autopista 250 de los Estados Unidos, en presencia de un gran OVNI de forma cónica. Midiendo 40 metros en la base y 25 de altura, el OVNI estuvo en un campo contiguo durante más de un minuto y medio antes de elevarse en ángulo recto. El profesor Ernest Gehman y dos ingenieros de «DuPont» examinaron después el lugar en busca de radiación y la encontraron en grado muy superior a lo normal.

En realidad, se informó de que otros cinco OVNIs habían sido avistados sobre o cerca de Washington entre octubre de 1964 y enero de 1965. El 25 de enero, unos policías de Marion, Virginia, vieron un objeto resplandeciente que se alejó arrojando una lluvia de chispas. Veinte minutos más tarde, nueve personas de Fredericksburg, a 450 kilómetros de distancia, dijeron haber visto también una luz brillante con una estela de chispas.

OVNIS nazis
Algunos teóricos han buscado desde hace tiempo una explicación terrena a los evasivos OVNIs. Las similitudes entre el advenimiento del moderno platillo volante en el verano de 1947 y los subsiguientes y repentinos adelantos en la tecnología aeroespacial soviética y occidental son, arguyen, demasiado chocantes para que sean pura coincidencia.
En realidad, diversas fuentes indican que la Luftwaffe de Hitler, que construyó el primer avión de caza a reacción del mundo, estaba trabajando furiosamente en conseguir una serie de armas
aéreas supersecretas durante el último período de la Segunda Guerra Mundial. Según un reportaje de Marshall Yarrow, corresponsal de Reuter, publicado el 13 de diciembre de 1944, «los alemanes han producido un arma "secreta" en concordancia con los días navideños. El nuevo ingenio, que parece ser un arma defensiva aérea, se parece a las bolas de cristal con que se adornan los árboles de Navidad. Se han visto suspendidas en el aire sobre territorio alemán, a veces solas y a veces en racimos. Son de un color de plata y parecen transparentes.»

¿Eran las bolas volantes de Navidad, los famosos «Foo-Fighters» de la Segunda Guerra Mundial, o habían inventado los ingenieros nazis algo todavía más sofisticado? El autor italiano Renato Velasco dice que los alemanes fabricaron una máquina volante en forma de disco a la que llamaron Feuerball o «Bola de Fuego», empleada como ingenio anti-radar y como arma psicológica contra las fuerzas aliadas.

Una versión mejorada, el Kugelblitz, o caza «Bola Relámpago», substituyó el primitivo motor turbina de gasolina por otro que empleaba la propulsión a chorro. Según Velasco, el Kugelblitz
fue el primer avión capaz de despegue y aterrizaje verticales. Su inventor fue Rudolph Scrieber, y se dijo que había sido manufacturado por la fábrica «BMW» cerca de Praga en 1944. El avión fue probado por primera vez en febrero de 1945, sobre el vasto complejo subterráneo de investigación de Kahla, Turingia, Alemania. Fue también en esta misma zona de las montañas Harz que se dijo que pretendía Hitler oponer su última resistencia, animado por la terrible serie de nuevas «armas secretas» que tantas veces había prometido Goering, jefe supremo de la Luftwaffe.

Los nazis no tuvieron tiempo de explotar sus armas secretas. Pero si los soviéticos o alguna otra potencia consiguieron capturar la tecnología del disco volante, esto pudo llevar a la experimentación y fabricación de algo que dio pie a las frecuentes noticias sobre los primeros OVNIs, a partir de 1947.

OVNIS romanos
En su manuscrito Prodigerium liber, el historiador romano del siglo IV, Julio Obsequins, registró numerosos relatos de avistamientos de ovnis. En un particular incidente, un escudo redondeado, en forma de nave, con flameantes antorchas giró y se estrelló contra el suelo cerca de Espoleto, al norte de Roma. «Luego pareció aumentar de tamaño, se alzó de la tierra y ascendió al cielo, donde oscureció el disco del Sol con su brillo», escribió.

Sin embargo, los informes de Obsequins no fueron los únicos en ser registrados y sobrevivir hasta el siglo XX. En Prodigerium ac Ostentorium Chronicon, un profesor de gramática y dialéctica recopiló otros avistamientos romanos cuyas descripciones son notablemente semejantes a los relatos modernos de OVNIs a los que se ha visto volando en formación. Por ejemplo, durante el reinado del emperador Teodosio I, en los últimos años del siglo IV, apareció de repente en los cielos un orbe brillante, reluciendo casi con tanto brillo como Venus.
Mientras los testigos lo contemplaban empavorecidos, se congregaron un gran número de otros objetos similares, como un enjambre de abejas volando en torno de un apicultor. Además parecían estar chocando con violencia unas contra otras y, al cabo de un momento, se unieron para constituir una forma parecida a una espada de doble filo.

OVNIS sobre África
Los oficiales de las Fuerzas Aéreas de Zimbawe están aún perplejos por un objeto no identificado, redondeado y brillante, con una parte superior en forma de cono que, en 1985, sobrevoló la parte meridional de su nación africana. Según el comodoro del Aire, David Thorne, los controladores del tráfico aéreo observaron al aparato colgado en el aire e incluso lo localizaron con el radar. En persecución del OVNI, los pilotos de las Fuerzas Aéreas consiguieron una buena visión del mismo mientras el aparato cruzaba el cielo. Lo describieron como tan brillante que, al principio, parecía reflejar los colores de la puesta del sol, pero, sin embargo, a medida que el firmamento se fue oscureciendo más, comprobaron que el OVNI era el que creaba su propia luz. Los pilotos también estimaron que el OVNI viajaba a dos veces la velocidad del sonido.

-Nuestros pilotos son de total confianza -insistió Thorne-. No podía tratarse de un avión, de un globo meteorológico o de un fenómeno natural.

OVNIS sobre Japón
Hace unos 700 años, antes de que el término platillos volantes apareciese en los relatos occidentales de avistamientos de OVNIs, los japoneses estaban ya registrando incidentes por su cuenta. Por ejemplo, algunos documentos antiguos describen un objeto desacostumbrado que se dirigía hacia el Norte desde una montaña en la provincia de Kii, hacia la fecha occidental equivalente al 27 de octubre de 1180. El objeto volador desapareció por encima del horizonte, dejando un rastro luminoso en su estela. En otro ejemplo, estaba prevista la ejecución de un poeta, en 1271, cuando de repente apareció un objeto en el cielo el día en que debía tener lugar la decapitación.

También hubo un oficial militar japonés que ordenó la primera investigación conocida de OVNIs, en el año 1235. La noche del 24 de septiembre, el general Yoritsume y su ejército fueron testigos de unas luces misteriosas que se hicieron visibles en el cielo durante muchas horas, descendiendo en picado, haciendo círculos y llevando a cabo otras maniobras aéreas, que en aquella época resultaban inimaginables. Sin embargo, los expertos del general informaron, finalmente, que el fenómeno era el resultado del «viento que hacía oscilar a las estrellas».