MISTERIOS OCULTOS (D)

D. D. Home: ¿Fakir o farsante
Daniel Douglas Home, un americano que murió en 1886, frecuentó a príncipes y a reyes. ¿La causa de su fama? Podía caer en trance, inmunizándose contra el fuego o el calor intenso. No solamente podía asir carbones encendidos, sino también transferir su inmunidad a los espectadores, pasándoles las brasas sin que sufriesen el menor daño.

Sir William Crookes, a la sazón director de la Brittish Society for Psychical Research, presenció sus hazañas y declaró que Home tomaba una brasa «grande como una naranja. y la sostenía con ambas manos. Entonces soplaba el carbón hasta que se ponía al rojo blanco y surgía una llama sobre y alrededor de sus dedos. Crookes inspeccionó las manos del hombre antes y después del experimento, pero no pudo descubrir indicios de alguna clase de untura o tratamiento. Y se sorprendió al ver que las manos de Home eran suaves y delicadas «como las de una mujer.»

Lord Adare, de Irlanda, frecuente compañero de Home y autor de un libro sobre su vida, escribió que una vez le vio meter toda la cara en el fuego y sacudirla adelante y atrás. Home puso también un carbón encendido en la mano de Adare; éste afirmó que lo había sostenido unos momentos y añadió que apenas había sentido calor.

Home alardeaba también de otras facultades metapsíquicas. Celebró innumerables sesiones y se dijo que era capaz de mover objetos a distancia. Una vez, en presencia de tres testigos, salió flotando en el aire, según se dijo, de una ventana de un segundo piso, y volvió a entrar de la misma manera. Un estudio más minucioso descubrió varios fallos en el relato, incluida la posibilidad de una cuerda o incluso un chantaje a Lord Adare, bajo la amenaza de descubrir que era homosexual.

Nadie, sin embargo, ha explicado la inmunidad de Home, al fuego, en experimentos presenciados muchas veces por innumerables testigos.

De Manila a Ciudad de México
El 25 de octubre de 1593, se torció la estructura del espacio y el tiempo, depositando a un soldado español de Manila, capital de las Filipinas, en la plaza principal de Ciudad de México, a quince mil kilómetros de distancia. El soldado, que vestía un uniforme diferente del de aquellos que le rodeaban, atrajo rápidamente a una multitud y tuvo que entregar sus armas.

Cuando le pidieron una explicación, el sorprendido soldado sólo pudo balbucir:

-Sé muy bien que éste no es el palacio del gobernador en Manila, pero aquí estoy y esto es un palacio de alguna clase, por lo que voy a prestar mi servicio lo mejor que pueda.

Al serle pedidos más detalles, dijo que el gobernador de las Filipinas había sido muerto la noche anterior, y de aquí la necesidad de más guardias.

Inútil decir que el confuso centinela fue rápidamente encerrado en la prisión, donde permaneció hasta que un bergantín español de las Filipinas confirmó su relato del asesinato del gobernador.

Así, pues, el soldado teletransportado tuvo más suerte que otro hombre, con una historia similar, detenido por las autoridades portuguesas en 1655. Según las Miscellanies de John Aubrey, aquel hombre había estado en la colonia portuguesa de Goa, India, cuando se encontró súbitamente de nuevo en Portugal, transportado por el aire.

Acusado de brujería, porque todo el mundo sabía que sólo las brujas podían volar, el tribunal local de la Inquisición le sometió a un juicio y le condenó a ser quemado en la hoguera. 

Defensa de un caso de noche de terror
En 1987, un juicio por asesinato en Gran Bretaña estuvo mezclado con un extraño homicidio y con una aún más pintoresca defensa. Según el acusado, había soñado que era perseguido por unos soldados japoneses y que, en defensa propia, estranguló a uno de sus atacantes. Cuando despertó, comprobó que en su sueño a la que había estrangulado era a su mujer.

El testimonio de los peritos durante el juicio certificó que el hombre sufría de un extraño trastorno del sueño conocido como terror nocturno. A diferencia del sonambulismo, este estado implica unas intensas perturbaciones emocionales que, de una manera típica, incluyen sensaciones de caerse o de ser atacado. Los afectados a menudo tienen sueños muy realistas en los que físicamente se comportan en relación con lo que está sucediendo en el estado de sueño -tal y como el acusado había hecho- y recuerdan poco o nada de las cosas cuando se despiertan.

Un caso similar fue informado por el psiquiatra Ernest Hartmann en su libro Las pesadillas psicología y biología de los sueños terroríficos. Un automovilista de Massachusetts, bajo la infuencia del alcohol se apartó a un lado en la carretera para dormir la borrachera. Sin embargo, mientras dormía puso en marcha el motor del coche, hizo dar la vuelta al vehículo y continuó por la carretera en dirección contraria, matando a tres personas. El hombre fue más tarde condenado, pero sólo por el contenido alcohólico de su sangre. Según las leyes de Massachusetts, el conductor pudo alegar locura transitoria porque no sabía lo que estaba haciendo y, por lo tanto, distinguir entre lo bueno y lo malo.

No obstante, los psiquiatras del caso británico argumentaron que la defensa en un caso de terror nocturno no podía pedir la absolución si la cosa acababa en un asesinato, tal y como sucedió en el caso del individuo que mató a su mujer. Alegaron que la mayoría de los actos violentos, realizados en un estado de confusión orgánica, debían recibir una sentencia de internamiento en un hospital psiquiátrico.

Del sueño a la realidad 
Uno de los peores desastres en la historia de la aviación tuvo lugar en el aeropuerto «O'Hare» de Chicago el 25 de mayo de 1979. Fue el día terrible en que un «DC-10» de «American Airlines» se estrelló al despegar, muriendo todos los pasajeros y la tripulación. El accidente conmovió a todo el país, pero sorprendió poco a un manager de edad mediana de Cincinnati, Ohio. Desde el 16 de mayo, Dave Booth, que trabajaba en una agencia de alquiler de automóvil, había soñado todas las noches con un terrible accidente de aviación.

«El sueño empezaba -declaró más tarde por escrito- mirando yo hacia un campo desde la esquina de un edificio de una planta. El edificio estaba hecho de ladrillos amarillos y tenía el techo de grava. Las ventanas que daban al campo parecían tener recortes de papel pegados en los cristales. Yo tenía la impresión de que aquel edificio era un colegio. Sin embargo, también relacionaba una fábrica de alguna clase con el edificio. Detrás de éste había una zona de aparcamiento enarenada con un paseo que pasaba por delante del edificio y después volvía hacia la carretera situada a mi espalda. Mientras observo el campo, veo una hilera de árboles que va desde el Noroeste hacia el Sudeste. 
Todos los árboles y la hierba son verdes. Es por la tarde, ya que el sol está en el Oeste y declinando, en vez de ascender. Mirando por encima de la hilera de árboles en dirección al Nordeste, veo un gran avión en el aire. La primera impresión que tengo es que, por estar tan cerca, el avión debería hacer mucho más ruido del que hace. Siento que algo anda mal en el motor. Entonces el avión empieza a inclinarse hacia la derecha en dirección este, el ala izquierda se eleva muy despacio, pero no en movimiento retardado, y el avión da una vuelta sobre sí mismo y cae directamente sobre el suelo. Cuando veo el choque, es como si estuviese mirando al avión desde delante, y no desde un lado o desde atrás. Cuando se estrella contra el suelo, se produce una enorme explosión. No encuentro palabras para describir la explosión, salvo que es espantosa... Al extinguirse el ruido de la explosión, me despierto. El avión que he visto era un reactor de tres motores de "American Airlines".»

Este desastre se produjo nueve días después de que empezasen los sueños de Booth, cuando un «DC-10» de «American Airlines» se estrelló después de despegar a las 3:03 de la tarde en Chicago. El avión perdió un motor momentos después de despegar; después perdió altura y se estrelló en un aeropuerto abandonado contiguo al «O'Hare». Los que presenciaron el accidente informaron del extraño silencio del avión, como si sus otros motores hubiesen fallado. El avión rodó también perpendicularmente hacia el suelo y chocó primero con el ala izquierda. Después se estrelló contra un hangar y estalló, lanzando llamas de 130 metros de altura.

Afortunadamente, la prueba de la predicción de Mr. Booth no está solamente en su palabra. Cuando el sueño empezó a repetirse, se inquietó tanto que se puso en contacto con «American Airlines» y con la Administración de Aviación de Cincinnati. Estos no tomaron en cuenta su llamada, por lo que Booth telefoneó a la FAA, donde tomaron nota detallada de su llamada y de sus sueños. Estas notas detalladas fueron enviadas al Instituto de Parapsicología de Durham, Carolina del Norte, donde los especialistas investigaron el caso.

Los inquietantes sueños de Booth terminaron el día del accidente.

Dentro de un tornado
La naturaleza ofrece numerosos espectáculos violentos, pero pocos pueden compararse con los tornados, en poder destructivo e intensidad, y en los que vientos centrífugos pueden alcanzar velocidades de trescientos kilómetros por hora.

A pesar de la plétora de imágenes de tornados, en fotos y vídeos, son escasos los relatos de testigos oculares próximos. Pero una observación sumamente rara del interior de un tornado se refiere a una tormenta que estalló en McKinney, Texas, al norte de Dallas, el 3 de mayo de 1943. «El borde inferior estaba a unos siete metros del suelo -dijo un sorprendido Roy Hall, cuya casa acababa de destruir el tornado-. El interior del embudo era hueco; el lado parecía no tener más de tres metros de grueso y, posiblemente debido a la luz que había dentro del embudo, parecía absolutamente opaco. Su interior era tan liso e igual que semejaba el interior de un tubo vidriado.» El borde exterior giraba delante de los ojos de Hall con vertiginosa rapidez.

«Yo yacía de espaldas sobre el codo izquierdo, para proteger mejor al pequeño, y miré hacia arriba -siguió diciendo-. Es posible que, con aquella mirada hacia arriba, captasen mis pasmados ojos algo que pocos han visto jamás y vivido para contarlo. Estaba mirando en el interior del embudo de un gran tornado.»

«Se extendía hacia arriba a más de trescientos metros y oscilaba suavemente, inclinándose despacio hacia el Sudeste. En el borde inferior el embudo tenía unos ciento cincuenta metros de diámetro. Más arriba era más ancho y parecía estar parcialmente lleno de una nube brillante, que resplandecía como una luz fluorescente. Esta nube brillante estaba en medio del embudo, sin tocar los lados.»

Sólo se conoce otro relato del interior de un tornado, y procede de un agricultor de Greensburg, Kansas, llamado Will Keller, que observó horrorizado el paso de uno de los terribles remolinos por encima del cobertizo en el que se había refugiado el 22 de junio de 1928.

«El aire circundante -dijo Keller- estaba inmóvil como la muerte. El interior del tornado estaba iluminado, con relámpagos que saltaban de un lado a otro. En el borde inferior del embudo, se formaron tornados más pequeños que se desprendieron y alejaron, como si una Moby Dick aérea hubiese dado a luz una camada de ballenas pequeñas.»

El interior contenía también una nube solitaria como la que había observado Hall.

Ninguno de los dos tenían nada que ganar inventándose el suceso. Pero, si sus relatos son ciertos, obligarán a revisar lo que sabemos de los tornados, particularmente porque la teoría actual no puede explicar una estructura interna tan complicada y que contenga, en especial, nubes y relámpagos.

Desaparición del S. S. Iron Mountain
Nada parecía fuera de lo corriente, en junio de 1872, cuando el vapor Iron Mountain zarpó de Vicksbourg, con su tripulación completa, su cargamento de balas de algodón y barriles de melaza amontonados en la cubierta, y remolcando una serie de barcazas.

Pocos minutos más tarde, dobló un meandro, dirigiéndose al Norte, hacia Pittsburgh, la ciudad del acero. El barco no volvió a ser visto jamás.

El Iroquois Chief, otro vapor, viajaba por el río aquella mañana, más tarde, cuando su tripulación descubrió una hilera de barcazas que flotaban río abajo. El barco consiguió esquivarlas y después, presumiendo que se habían desprendido de la embarcación que las remolcaba, se acercó a ellas, las sujetó y esperó al vapor remolcador. Pero éste no llegó.

El cable de las barcazas había sido cortado, lo cual indicaba que la tripulación del Iron Mountain había tenido problemas. Tal vez las calderas iban a estallar; tal vez el barco estaba a punto de hundirse. Pero no se encontró rastro alguno del barco a lo largo del río y tampoco de su carga, que se habría desparramado por el río en varios kilómetros si el vapor hubiese naufragado.

Desgraciado número de la suerte
La gente que juega con regularidad a las carreras de caballos o a la lotería, a menudo trata de apostar por su número de la suerte: por ejemplo, la fecha de su cumpleaños, su dirección o la matrícula del coche. Sin embargo, un día de 1958 millares de neoyorquinos eligieron el más desgraciado de los números, uno que demostró poseer un notable cambio de fortuna.

Un tren del ferrocarril Jersey Central se precipitó desde un viaducto de caballete a la bahía de Neawark que estaba debajo. Los fotógrafos de Prensa y los cámaras acudieron al lugar del accidente y captaron una instantánea de un vagón de cola que estaba siendo alzado del agua por medio de una grúa. Al día siguiente, la foto apareció en la primera página de por lo menos un diario. Claramente visible en el costado del vagón levantado se hallaba el número 932.
El mismo día no sólo millares de neoyorquinos apostaron su dinero por el número 932 en los juegos de azar, y ganaron, sino que el número premiado en la lotería fue también el 932.

Despertador africano
Muchas personas pueden despertarse en cualquier hora de la noche, solamente sugestionándose debidamente antes de dormirse. Durante los años sesenta, un investigador de Ciudad del Cabo, África del Sur, demostró que podía despertarse bajo una sugestión psíquica correcta.

Mr. W. van Vuurde fue el sujeto de estos experimentos, que fueron realizados en colaboración con el profesor A. E. H. Bleksley de la Universidad de Witwatersrand. Mr. Van Vuurde había descubierto que podía despertarse a la hora marcada en un reloj estropeado, aunque no mirase al ser manipuladas las saetas. Cuando explicó este don peculiar al doctor Bleksley, el profesor quiso poner a prueba al sujeto en condiciones más estrictas.

Durante una serie de 284 noches consecutivas, W. van Vuurde anotó cuidadosamente cada vez que se despertaba durante la noche. Mientras tanto, en cualquier otro lugar de la ciudad, el profesor A. E. H. Blaksley ponía al azar un reloj a una hora diferente cada noche que se realizaba el experimento. La prueba era considerada un éxito cuando Van Vuurde se despertaba en la noche del experimento dentro de un margen de sesenta segundos de la hora señalada. Como tenía por costumbre dormir ocho horas, las probabilidades de acierto en cualquier noche dada eran de 160 a 1.

De los 284 experimentos, el sujeto se despertó a la hora correcta en once ocasiones. Esto puede parecer poco, pero el grado de éxito resultante del cálculo de probabilidades es de 250.000 a 1.

Desvanecido en el aire
Una cosa es desaparecer sin dejar RASTRO, pero hacerlo a la vista de testigos es extraño por decir lo menos posible. Incluso así, eso fue exactamente lo que le ocurrió a Orion Williamson, en julio de 1854, ante los ojos de su propia mujer, de su hija y dos vecinos, en Selma, Alabama. En un momento dado, el hombre caminaba por sus pastos; al siguiente había desaparecido. De la búsqueda que siguió, en la cual participaron incluso perros sabuesos, no resultó ningún indicio: ni hoyos ocultos ni el menor indicio de Williamson.

Otro incicente similar ocurrió en Gallatin, Tennessee, en septiembre de 1880, cuando el hacendado David Lang salió a recorrer sus campos, a la vista de su mujer, y simplemente se desvaneció en el aire. Esta desaparición también fue presenciada por un juez local, August Peck y su cuñado, quienes acababan de llegar a la finca de Lang y lo habían saludado momentos antes por medio de señas.

Las pruebas misteriosas de otros casos similares incluyen pisadas que llegaban hasta cierto punto y de repente se detienen. Por ejemplo, una noche de noviembre de 1878, un joven de dieciséis años, Charles Ashmore, de Quincy, Indiana, fue a buscar agua por encargo y nunca más volvió. Cuando más tarde salieron a buscarlo, su padre y hermana encontraron sus huellas marcadas en el suelo húmedo y las siguieron, pero de pronto se acabaron, antes de llegar a la mitad del camino hacia la fuente.

En dos casos, también relacionados con fuentes y que coinciden misteriosamente entre sí, dos niños de once años, ambos llamados Oliver, desaparecieron en Nochebuena, sólo que con diez años de diferencia y en distintos continentes.

Oliver Larch desapareció en 1889 en el camino de la fuente de la residencia familiar en South Bend, Indiana.

Oliver Thomas, de Rhayder, País de Gales, parece haber sido víctima de fuerzas misteriosas en 1909. Su familia oyó sus gritos desesperados:

-¡Socorro! ¡Me han agarrado!

Pero cuando salieron, el niño no estaba por ninguna parte. Siguieron sus pisadas hasta que se acababan abruptamente a medio camino de la fuente.

Diseños geoglíficos visibles sólo desde el cielo
Hace cerca de diez mil años, los habitantes prehistóricos de origen nativo americano construyeron inmensos alineamientos de piedra en lo que hoy es el valle de Penamint, al sudoeste de California. Lo curioso es que los dibujos -pájaros, serpientes y figuras geométricas de círculos entrelazados y líneas paralelas- sólo se distinguen desde el aire. Algunos de los 60 alineamientos son del tamaño de un campo de fútbol, mientras que otros no llegan a cubrir más de 5 ó 6 m. Y en los diseños fueron utilizadas 700 piedras de 15 cm de altura.

El verdadero enigma es saber por qué motivo aquellos cazadores las construyeron en un lugar tan seco y remoto, sobre todo dado que los geoglifos jamás podrían ser vistos por los diseñadores nativos americanos. ¿O sí podrían? Los alineamientos, como es el caso de las Líneas Nazca, en Perú, bien podrían ser una forma de astronomía, o bien tener un significado religioso o mágico.