MISTERIOS OCULTOS (B)

Baalbek, base espacial
Cerca de las devastadas llanuras donde se alzaron antaño Sodoma y Gomorra, se encuentran las magnificas ruinas de Baalbek, por el nombre del dios adorado por los antiguos fenicios. El resto más destacado de tiempos pasados de Baalbek es una gigantesca acrópolis de piedra que no tiene igual en la Antigüedad, por los grandes bloques empleados en su construcción.

En realidad, los bloques de Baalbek tampoco tienen igual en los tiempos modernos, permitiendo que algunos especulen con la teoría de que tal vez sirvieron de plataforma a naves espaciales visitantes. ¿Qué más podría esperarse que soportasen unos bloques de piedra de 22 metros de longitud, 4,5 de altura y 3 de anchura, y que pesan nada menos que mil toneladas? Los enormes monolitos de Baalbek fueron tallados a mano, trabajosamente transportados a un kilómetro de distancia y después levantados a seis metros sobre el suelo para proporcionar una base virtualmente inamovible, ¿para... qué?

Una clave puede encontrarse en el relato bíblico sobre los primeros habitantes de Baalbek que figura en Números. Mientras caminaban por el desierto, se dice, Moisés envió espías a Canaán para determinar las probabilidades de una invasión.

«No debemos ir contra aquella gente -informaron-; es más fuerte que nosotros... La tierra que hemos explorado... devora a sus habitantes, y todos cuantos de ellos hemos visto eran de gran talla. Y allí vimos los gigantes, los hijos de Anak..., ante los cuales nos pareció que éramos como langostas, y así les parecíamos nosotros a ellos.»

La mente se turba al considerar las posibilidades de que antiguos gigantes trabajasen en empresas colosales que sólo podemos presumir. Pero el hecho de que las piedras monumentales de Baalbek se alzasen tan cerca de las destruidas ciudades de Sodoma y Gomorra puede ser más que una curiosa coincidencia.

Baterías humanas
De maneras todavía desconocidas, la electricidad de una instalación corriente parece en gran manera semejante al sistema nervioso humano, aunque la ciencia se muestra reacia a reconocer el equivalente biológico. Pero ha habido personas cuyas «baterías» fueron de una naturaleza desacostumbrada y sobrecargada, como las de Angelique Cottin, muchacha francesa de catorce años cuyas sorprendentes cualidades electromagnéticas fueron objeto de un estudio por parte de la Academia de Ciencias.

Empezando el 15 de enero de 1846, y durante las diez semanas siguientes, Angelique volvió locas a las brújulas. Otros objetos, incluso muebles pesados, rehuían su contacto y vibraban en su presencia. Fuera cual fuese su extraña fuerza, la Academia la equiparó al «electromagnetismo». La fuerza parecía brotar de su lado izquierdo, dijeron los expertos, en particular del codo y de la muñeca, y aumentaba en intensidad por la noche. Durante sus ataques, Angelique sufría a menudo convulsiones y su corazón daba 120 latidos por minuto.

Otro ser humano sobrecargado fue la adolescente americana Jennie Morgan, de Sedalia, Missouri, que, presuntamente, descargaba chispas entre ella y cualquiera que se le acercase, haciendo a veces que éste quedase inconsciente. Los animales le eran hostiles y huían de su presencia.

Otra adolescente llamada Caroline Clare, de London, Ontario, mostró síntomas parecidos al sufrir una enfermedad no diagnosticada y durante la cual describió lugares que nunca había visitado. La enfermedad duró un año y medio. Cuando se curó, Caroline estaba tan magnetizada que los cubiertos se pegaban a su piel y tenían que ser desprendidos de ella por otra persona. También fue objeto de un estudio, realizado por la Asociación Médica de Ontario.

Pero la más poderosa batería humana fue sin duda Frank McKinstry, de Joplin, Missouri, cuya energía era tal que quedaba como pegado al suelo. Por ejemplo, si McKinstry se detenía al andar, no podía dar otro paso a menos que otros le levantasen los pies del suelo, rompiendo el circuito.

Bismarck, Jefferson y el número 3
Vivieron en realidad en períodos diferentes y en países distintos, pero Thomas Jefferson y el príncipe Bismarck poseyeron, por lo menos, una cosa en común: el número 3 tuvo una gran importancia en sus vidas. Entre otros hechos terciarios, el tercer presidente de los Estados Unidos, Thomas Jefferson , fue el tercer hijo de sus padres y el tercer Thomas en la familia. Redactó la Declaración de la Independencia a la edad de treinta y tres años, durante tres años sirvió como el tercer embajador en Francia, fue nombrado tercer presidente de la Sociedad Filosófica americana y perdió la elección presidencial, en 1796 por tres votos.

Amante de las tres artes -Arquitectura, Pintura y Música-, Jefferson odiaba tres cosas: la realeza, la nobleza y el fanatismo. Probablemente, a Jefferson no le hubieran complacido los tres títulos de Bismarck: conde, duque y príncipe. Sin embargo, al igual que Jefferson, Bismarck estudió en tres escuelas, aunque el príncipe sirvió luego a tres reyes, luchó en tres guerras, tres caballos murieron debajo de él, firmó tres tratados de paz, sirvió como embajador en tres países y estableció la Triple Alianza. Y, a diferencia de Jefferson, Bismarck, padre de tres hijos, escapó a tres atentados contra su vida. Además, su escudo de armas llevaba tres ramitas con hojas de roble entrelazadas.

Buscando agua con una rama de melocotonero
Los directivos de «Gates Rubber Company», de Jefferson, Carolina del Norte, estaban furiosos cuando se enteraron de que unas filtraciones en las conducciones de agua de la ciudad amenazaban con dejar sin agua a la fábrica. Buscando desesperadamente otras maneras de conseguirla, contrataron a poceros profesionales que trajeron equipo por valor de 350.000 dólares para la búsqueda. No pudieron encontrar agua.

Entonces, en septiembre de 1983, un albañil retirado, llamado Don Witherspoon, de ochenta años, se presentó en el lugar con una rama de melocotonero en forma de Y. Dijo que había estado haciendo de zahorí durante treinta y ocho años y que tenia la seguridad de que podría encontrar lo que todos estaban buscando.

Anduvo arriba y abajo por los terrenos de la compañía hasta que la rama dio de pronto un tirón y apuntó al suelo. A cierta distancia de allí, la rama repitió su extraño movimiento. La compañía encontró agua en ambos sitios; tanta agua, en realidad, que pronto se extrajeron dos mil litros por minuto, casi eliminando la necesidad de la fábrica de emplear el suministro de agua de la ciudad.

-Puede ser «brujería», pero por lo visto funciona -dijo el director de la fábrica, Richard Thurston-. Lo único que sabemos es que tenemos agua y estamos agradecidos por ello.

Witherspoon dijo que no podía explicar su habilidad. Lo llamaba un «don».

-Si he de decirles la verdad -manifestó-, ni yo mismo creía en la horquilla del agua hasta que probé con ella.